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La almohada

La funda de la almohada es blanca, y tiene arrugas, pero no me refiero a que esté mal planchada. O bueno, quizás lo esté, pero no alcanzo a ver esos detalles en la tela. Las arrugas a las que me refiero son esas que se forman cuando la niña pone la cabeza en la almohada. Son ondulaciones profundas como pintadas con un pincel. Se forman en todas las direcciones. Son curvas sutiles, poco pronunciadas, que se pierden en el infinito. El punto de fuga es la pequeña nariz respingada de la niña que enmarca su respiración.

La funda debe estar hecha de una tela suave, sobre todo porque su función es permitir que la cabeza descanse con afecto en ella. Asumir que es suave es una afirmación atrevida. Aunque existen forros de almohadas suaves como la seda, también existen otros bastante ásperos. Por ejemplo, recuerdo las fundas de los hospitales ásperas. O tal vez es el recuerdo del lugar y su olor el que invoca esa sensación repelente. Disponer de una almohada es un privilegio, así que exigir una funda para protegerla es tal vez pedir demasiado. Tener una funda es un lujo, sea la que sea.

La niña está dormida. La paz que transmite con los ojos cerrados es envidiable, sobre todo para la madre que la contempla. Esa madre disfruta de verla descansando; la paz de la niña implica una pausa para la madre. Las pausas en las tareas son necesarias, así como son necesarias las fundas de las almohadas; ambas son un lujo.

La niña abre los ojos. Se sienta. Ahora es la madre la que tiene los ojos cerrados, y es la niña la que la contempla. No envidia la paz de la madre, sino le agobia al verla. Quiere interrumpir el sueño de su madre y despertarla para que vuelva a estar con ella y le haga compañía.

La almohada poco a poco recupera su forma mientras desaparecen las arrugas. Sin embargo, en la cara de la madre aparece una arruga como si fuera un caño entre las cejas. La paz que reflejaba la niña ha desaparecido. La energía que irradia presagia un nuevo e imparable vendaval. Madre e hija se miran fijamente, y se abrazan. Es un lujo que estén juntas, y no sé si una necesidad.

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